Cuando leo a Rilke siento como si caminase por oscuros caminos indecibles, e inconscientes. Se produce la experiencia de lo inasequible al propio
entendimiento, debiendo permanecer en silencio dentro de una habitación oscura,
a solas como en un bosque al que nunca has entrado y sin miedo a perderte. Leer
su obra es comprender la necesidad que tenía de comunicar la
experiencia de unión poética con el mundo y de la autenticidad de su proceso. Rilke
es el poeta de los filósofos, metafísica de las palabras, en cada uno de sus
versos se esconde el universo espiritual del inmortal poeta. Reflejan lo
que muy bien expreso Hölderlin en el último verso del poema
Recuerdo " lo que permanece, lo
fundan los poetas."
fotografía Niñapajaro.
Rainer Maria Rilke : Coleccion Poesia En La Mano Numero 03,
Rainer Maria Rilke : Coleccion Poesia En La Mano Numero 03,
Edición 1939 traducción Dorotea
Patricia Lazt
Die
sonette an Orpheus
Das
ist die Sehnsucht
Das
ist die sehnsucht: Wohnen im Gewoge
und
keine Heimat haben in der Zeit
Und
das sind Wuensche: Leise Dialoge
Taeglicher
Stunden mit der Ewigkeit.
Und
das ist Leben. Bis aus einem Gestern
Die
einsamste von allen Studen Steigt,
Die,
anders laechend als die andern Schwestern.
Dem
Ewigen entgegenschweight.
Y así escribía Rilke acerca de la creación poética
“Creo que debería empezar a trabajar un poco, ahora que estoy aprendiendo a ver. Tengo veintiocho años y, por decirlo así, no ha sucedido nada. Se debería esperar a cosechar alma y dulzura durante una vida eterna, a ser posible durante una larga vida; y después, al fin, muy tarde, quizá entonces pudiera escribir esas diez líneas que podrían ser buenas. Pues los versos no son, como creen algunos sentimientos sino experiencias. Para escribir un solo verso hay que haber visto muchas ciudades, muchas personas y cosas, hay que haber conocido a los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros, y saber los movimientos de las florecillas cuando se abren en la mañana. Hay que poder volver a pensar en los caminos y en las regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en partidas que se presentan desde mucho tiempo antes, en los días de infancias cuyo misterio aún no se ha revelado; en los días pasados en habitaciones tranquilas y encerradas, en las mañanas a la orilla del mar, en el mar mismo, en los mares; en las noches de viaje que temblando tan alto, y volaban con todas las estrellas. Y tampoco es bastante saber pensar en todas estas cosas. Hay que tener el recuerdo de muchas noches de amor. Es también necesario haber estado al lado de los moribundos y haber velado al lado de los muertos en una habitación con la ventana abierta llegándole los ruidos como golpes. Y tampoco es bastante tener muchos recuerdos. Se ha de saber olvidarlos cuando son numerosos, y hay que tener la máxima paciencia de esperar a que vuelvan en nosotros en sangre, mirada, gesto, cuando ya no pueden tener nombre ni distinguirse de nosotros mismos, sólo entonces puede ocurrir que en una hora muy rara, de entre ellos se alce la palabra primera de algún verso”
“Creo que debería empezar a trabajar un poco, ahora que estoy aprendiendo a ver. Tengo veintiocho años y, por decirlo así, no ha sucedido nada. Se debería esperar a cosechar alma y dulzura durante una vida eterna, a ser posible durante una larga vida; y después, al fin, muy tarde, quizá entonces pudiera escribir esas diez líneas que podrían ser buenas. Pues los versos no son, como creen algunos sentimientos sino experiencias. Para escribir un solo verso hay que haber visto muchas ciudades, muchas personas y cosas, hay que haber conocido a los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros, y saber los movimientos de las florecillas cuando se abren en la mañana. Hay que poder volver a pensar en los caminos y en las regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en partidas que se presentan desde mucho tiempo antes, en los días de infancias cuyo misterio aún no se ha revelado; en los días pasados en habitaciones tranquilas y encerradas, en las mañanas a la orilla del mar, en el mar mismo, en los mares; en las noches de viaje que temblando tan alto, y volaban con todas las estrellas. Y tampoco es bastante saber pensar en todas estas cosas. Hay que tener el recuerdo de muchas noches de amor. Es también necesario haber estado al lado de los moribundos y haber velado al lado de los muertos en una habitación con la ventana abierta llegándole los ruidos como golpes. Y tampoco es bastante tener muchos recuerdos. Se ha de saber olvidarlos cuando son numerosos, y hay que tener la máxima paciencia de esperar a que vuelvan en nosotros en sangre, mirada, gesto, cuando ya no pueden tener nombre ni distinguirse de nosotros mismos, sólo entonces puede ocurrir que en una hora muy rara, de entre ellos se alce la palabra primera de algún verso”
Rainer María Rilke.
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